Algunos restaurantes sirven comida.
Lola sirve una historia: una que comienza antes del primer bocado y permanece mucho después del último.

Desde el momento en que entramos a Lola Cocina de Mercado, en el corazón de Los Mochis, supimos que esto no se trataba solo de fotografía gastronómica. Se trataba de capturar una atmósfera, un alma, un recuerdo en construcción. Este lugar no solo cocina: habla, canta, invita a sentir.

Cada platillo contaba una historia arraigada en la tradición y en la valentía. El vapor que salía de una olla no era solo calor: susurraba algo familiar. Las texturas, los colores, el movimiento en la cocina… todo estaba vivo. No estábamos ahí para congelar momentos.Estábamos ahí para traducir el sabor en emoción, en luz.


Donde el sabor cuenta una historia


Nuestra lente siguió el ritmo de Lola: el pulso de su gente, la danza de la preparación, el caos honesto de un mercado llevado a la cocina. No se trataba de montar escenas. Se trataba de respetar el espíritu de un espacio que se siente al mismo tiempo nuevo y antiguo. El resultado no fue solo una serie fotográfica. Fue un retrato de lo que sucede cuando la comida, la cultura y la identidad se unen con propósito. No solo fotografiamos el menú. Capturamos el latido detrás de él. Porque Lola no se ve como cualquier restaurante.

Y, sin duda, no se siente como uno.

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